Esta transformación se propagará a la base del verso libre. Al-Sayyab será responsable de la divulgación del verso libre como medio de expresión de las nuevas sociedades árabes ante las nuevas necesidades psicológicas.
La transición hacia un prisma realista y una estética acorde a su visión se inicia con el poema "El enterrador" (1952) donde expresa la degradación social, la injusticia económica de las clases sometidas usando el método eliotiano de abordar el tema central a través de la evocación imaginaria de las emociones.
Un espacio de dos años paraliza su actividad poética. Debido a motivos políticos se ve obligado a abandonar Iraq, primero hacia Irán y después a Kuwait en un exilio que lo induce a meditar su ideología y postura comunista y le inspira varios de sus más famosos poemas. A su regreso en 1954 comienza su separación paulatina del partido comunista y su acercamiento a partidos de tendencia nacionalista publicando sus posturas poéticas en revistas vinculadas a estas corrientes como Al Adab. Se vuelca en una intensa producción poética que presenta una importante innovación de cara a la estructura y unicidad en tema-forma con la incorporación del mito, un armazón que frenará y organizará el devenir de ideas, visible incluso en sus poemas más largos. Se integra poco a poco en el grupo poético tammuzí al usar con gran frecuencia los rituales de la fertilidad como la base temática de esta época.
Baal, Tammuz o Adonis, Attis, Osiris, Cristo, dioses del anual renacer de la vegetación y con él del anual ciclo de la vida en las religiones babilónicas, egipcia, griega y cristiana, expresan la resurrección que, originada en el hombre como ser individual, se extiende a todo el universo gracias a la muerte en sacrificio de estos dioses. La figura de Cristo, sola o asociada a algún personaje histórico, a otros dioses de la vegetación o al mismo poeta, matiza el eterno conflicto del ser humano con las fuerzas del mal encarnadas en el imperialismo occidental y en la consiguiente injusticia social, y en el anhelo del individuo por la justicia y la dignidad hasta que resurge triunfante la humanidad.
El hombre, el poeta en particular, identificado en su sacrificio con Tammuz, Adonis, Cristo, purifica a la ciudad pecadora. Así la muerte es un acto que instaura vida eterna, una etapa dentro del ciclo natural nacer-morir-resucitar.
Dentro de esta vibrante visión del ciclo humano se desarrolla una simbología aludiendo a las fuerzas del bien que traen resurrección (agua, luz, aldea, flores, palmeras, Yaykur, Buwayb, Cristo, Baal...) y a las fuerzas del mal que conllevan esterilidad (fuego, oscuridad, ciudad, rocas, Bagdad, Babel, Cerbero, Caín, Judas...) en lucha unas con otras. La tierra, universalizada dentro de la concepción panteísta en matriz, tumba y resurrección, se concreta en la amada nación árabe del poeta y más aún en Yaykur, coexistiendo así en carácter particular con el universal.
Al-Sayyab suple la religión con el panteísmo primitivo llegando a la resurrección a través del mismo hombre. Al realizar el ser humano el acto heroico de salvar a la tierra de la muerte entregando su vida por los demás, la humanidad y toda la creación adquieren carácter divino.
Esta estructura antropológica penetra en la poesía árabe por tres vías: el legado de las antiguas civilizaciones mesopotámicas, la tradición bíblica y la coránica, y la poesía inglesa centrada en la organización del poema de T.S. Eliot "The Waste Land" donde los poetas árabes ven la caída de los poderes occidentales y el resurgir de una nueva civilización. Basándose en el concepto eliotiano de la continuidad histórica, Sayyab desarrolla con un sello personal el tema de la divinización humana. La introducción de mitos, leyendas y referencias históricas como una manifestación de la siempre universal y permanente lucha del hombre con las fuerzas del mal y la inquietud trágica del hombre, para Eliot se deriva, en su primera etapa, a partir de los rituales paganos para seguir, posteriormente, una línea religiosa católica, mientras que en Sayyab es panteísmo ligado a la tierra e impregnado del dinamismo experimental que aporta su ideología socialista. Ante la caída de los valores tradicionales, defraudado en sus esperanzas políticas, liberado de las trabas impuestas por los comunistas, encuentra una base firme y eterna en la cultura local mediante el uso de mitos de su propia cultura mesopotámica: Tammuz, Adonis; de otras religiones como Cristo; aludiendo a personajes históricos de su tiempo o personajes del pasado o recurriendo a mitos como Cerbero para referirse a figuras del presente (Qasim y su sangriento régimen) uniendo de esa forma el pasado con el presente.
En su búsqueda de la modernidad poética, como Eliot, no hay lugar para la ruptura con la tradición ni con el pasado sino su renovación y posterior transformación en una fuente de creación e inspiración rebosante de vivas y frescas imágenes sensoriales y mentales.
De Eliot provienen también un extenso vocabulario y variadas imágenes pero con diferente actitud: Sayyab no ve en el agua un elemento destructor como es para Eliot, sino purificador y renovador de la vida. Por otra parte, mientras que en los poemas eliotianos predomina la muerte, la esterilidad, el mal que encarna el pecado, al-Sayyab afirma la resurrección. Las diferencias entre ambos van más allá, la visión poética eliotiana asomada a la tragedia cultural y espiritual se muestra desde un encuadre religioso pero Al Sayyab, siendo un revolucionario que no puede limitarse a contemplar cómo se desmorona la sociedad árabe sin tomar partido e instar a un levantamiento que origine una sociedad de igualdad y fraternidad, la desarrolla desde las condiciones concretas de la sociedad.
En sus poemas de larga extensión, ambos de 1954, "La ramera ciega" y "Las armas y los niños" va apareciendo el poeta maduro con estilo personal, libre de ataduras. |