COMO LA NUN EN LA AZORA DEL COMPASIVO[1]
En el olivar, al este de
las fuentes, mi abuelo se recogió en su sombra
abandonada. Ninguna hierba legendaria
creció en su sombra
ni la nube de lilas
se esparció por la escena.
La tierra es un traje tejido
con la aguja del zumaque en su sueño
roto... Mi abuelo se ha despertado
para arrancar las malas hierbas de su viña
enterrada bajo la calle negra.
Él me ha enseñado el Corán en el árbol de arrayán,
al este del pozo.
De Adán venimos y de Eva
en el Paraíso del olvido.
¡Abuelo! Yo soy el último de los vivos
en el desierto. Ascendamos.
En torno a su nombre, desnudo de guardianes,
el mar y el desierto no han conocido
a mi abuelo ni a sus hijos,
erguidos ahora alrededor de la nun
en la azora del Compasivo.
Dios, sé testigo!
Y él, nacido de sí mismo,
enterrado en sí mismo junto al fuego
que concede al Ave Fénix lo que necesita
de su secreto consumido
para iluminar el templo.
En el olivar, al este de las fuentes,
mi abuelo se recogió en su tumba
abandonada.
Ningún sol despuntó sobre ella,
ninguna sombra cayó.
Y mi abuelo permanece más alejado.
[1] Se refiere a la azora nº 55 del Corán, en la cual las aleyas están escritas en prosa rimada y terminan con la letra nun (equivalente al fonema n español). (N.T.).